domingo, 26 de mayo de 2013

CAPITULO XXIV “EN EL CARRO DE LA MUERTE”
Tras meses de estar buscando a su marido no pudo dar rastro alguno con él, tiempo después se enteró por medio de la cocinera que su espeso se encontraba en el campo de buna, su labor estaba en el hospital y se dedicaba a ser cirujano, para lo que había estudiado y dedicado en Cluj. Trataba de ingeniárselas para poder visitarlo y verlo tan siquiera un minuto, llego a la conclusión de que tenía que actuar como una loca para que no la notaran y pasar como desapercibida porque a las locas las trasladaban ala campo de buna donde se encontraba se marido para que ahí fueran regresadas a Birkenau y así podría estar y ver a su marido.
Le envió una nota a su marido y esta vez si la había recibido no como las otras veces, el asunto de esta carta era para mencionarle todo lo que estaba dispuesta hacer para poder verlo, afortunadamente su marido el doctor Lengyel le respondió y decía que no estaba de acuerdo que se oponían a que lo hiciera, le mencionaba todos los peligros que podía presentar pero aun así le dijo que si estaba aferrada y dispuesta a hacerlo que la apoyaba y que tuviera mucho cuidado y que tomara las precauciones necesarias.
Consiguió su objetivo, Olga ya iba hacia el campo en el carro que solía llamar “carro de la muerte”, solo veía como los locos se manifestaban y estaba a punto de perder la cordura y lo que la preocupaba mas era que empezara en manifestarse igual que ellos.
Se encontró a su marido al fin, no se dijeron nada ni realizaron mayor escándalo emotivo para no levantar sospecha alguna solo se vieron y dejaron que pasara tiempo hasta que las pacientes fueran trasladadas a la barraca donde se encontraba el doctor Lengyel.

Tomas Monsreal Karen Paola.
Grupo: 204











CAPITULO XXV “EN EL UMBRAL DE LO DESCONOCIDO”.
Una mañana fueron a recoger los utensilios de la enfermería y los cargaron a camiones, una hora después fueron por los registros y los llevaron al departamento “buro política”, poco después llego el guardián de la S.S y prendió fuego a prisa sobre todos los registros. Después de ello, comenzó a gritar que era necesario abandonar el campo, nos dirigimos hacia el interior de Alemania, pero todas sabían que lo único que dejaría  Alemania iba hacer muerte, hacía que tenían de dos, irse al interior de Alemania  o quedarse en el campo y esconderse en el rincón hasta que se declare le liberación, podían realizar las dos pero también tenían las dos el mismo grado de peligro.
En el momento que se enteraban de los planes comenzaron a llegar maridos, novios, incluso amigos del otro campo, para poderse despedir a gritos que la única forma de comunicarse ya que era su forma de despedirse porque no sabían que es lo que iba a pasar. Unos decían que los iban a  invadir en las carretas y que por eso no tenían que moverse de lugar, otros que los rusos llegarían en cualquier momento y sería mejor quedarse ahí. Las personas que ya no tenían fuerzas solo proclamaban su ropa, desde la enfermería podía pervivirse escenas muy trágicas, así que empezaron a ayudar y con la ropa que tenían comenzaron a vestirlas pero no fue suficiente para todas, esto lo hacían por el simple hecho de que se iban a marchar todas juntas.
Los alemanes estaban destruyendo todo documento que tenían en su poder para que cuando llegaran los rusos no cayeran en sus manos, y en cuanto salieran los hombres saldrían las mujeres pero Olga pensó y se dirigió al grupo, les dijo que no podían viajar tanto tiempo sin cargar algo de comida y agua, así que se les ocurrió tumbar la puerta del almacén.
Los hombres de la S.S  estaban tan apresurados que las presionaban para que se movieran más rápido e irse de ahí, entre más lejos estaban ya no podían ver las luces de Birkenau se hacían poco a poco más pequeñas y eso les causo una sensación de paz en sus vidas.

Tomas Monsreal Karen Paola.
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CAPITULO XXVI “LA LIBERTAD”.
Todas las internadas escuchaban el sonido que producía la pistola al salir la bala, las hacían caminar  más aprisa, habían perros furiosos que mostraban los dientes si alguien se atrevida romper la formación, muchas esperaban la hora en que se diera la salida de ese lugar pero todas desconfiaban a donde se dirigían y a donde iban a ser llevadas por lo que había pasado muchas veces anteriores, que castigos y trabaos les esperaban al lugar a donde iban a ser enviadas.
Durante el camino falleció una doctora, la doctora Rosza, la causa de muerte fue producida por un alemán que la había engañado y le tiro un balazo, varias personas subían a una carroza y se marchaban tiempo después regresaba la carroza solo y sin gente. De pronto todas dedujeron que n o debían subirse a la carroza de lo contrario estarían muertas, volvió a idear una fuga y fue deprisa con sus amigas Magda y Lujza, ellas también estaban dispuestas a escapar pero no sabían cómo ni en qué momento era el más preciso, logro entrar y escabullirse en la cocina, encontró una caja alemana y se dio cuenta de que debía hacer que congeniara con los hombres que odiaba tanto por ser responsables de las muertes de sus seres queridos ya sea tomando el té o divirtiéndose.
Sufrieron de otras cosas más pero por fin les habían otorgado la libertad que tanto querían.

Tomas Monsreal Karen Paola.
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CAPITULO XXVII “TODAVIA TENGO FE”.
Al principio Olga dice o mejor dicho explica por qué hace esta relato dice que es como el homenaje a las memorias de los compañeros en el campo decía que después de haber relatado  esto con su puño y letra no podía quedar duda alguna sobre todo lo que habían vivido.
Todavía quedaban niños sin familia y decían que tenían que deshacerse de ellos lo más pronto posible, tenían que darles un baño y como siempre tenían que obedecer por más que fuesen repugnantes las ordenes, se llevaron a los niños por la carretera cubierta de nieve, sus pies estaban helados y solo contaban para cubrirse con unos harapos viejos y desgastados, les habían cortado el pelo y de castigo si paraban o descansaban tan siquiera un minuto se les daba un latigazo o golpes con garrotes.
Los individuos más débiles no se les permitía y tenían estrictamente prohibido llenar el estómago con algún tipo de alimento y tenían que resignarse al padecimiento de su hambre, los niños suplicaban que no se les golpearan tan seguido ni con una frecuencia tan seguida, pedían que no hiciera tanto frio o que les dieran otra cosa para taparse, querían que las koias las suavizaran y que se les dieran un vaso de agua entero para ellos y no compartirla con nadie más.
En el campo Birkenau no todos se portaban inhumanos con hombres, mujeres, niños y personas de la tercera edad, eso es lo que todavía dejaba una pequeña esperanza para los sobrevivientes del campo.


Tomas Monsreal Karen Paola.
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