CAPITULO XXIV “EN EL CARRO DE LA MUERTE”
Tras
meses de estar buscando a su marido no pudo dar rastro alguno con él, tiempo
después se enteró por medio de la cocinera que su espeso se encontraba en el
campo de buna, su labor estaba en el hospital y se dedicaba a ser cirujano,
para lo que había estudiado y dedicado en Cluj. Trataba de ingeniárselas para
poder visitarlo y verlo tan siquiera un minuto, llego a la conclusión de que
tenía que actuar como una loca para que no la notaran y pasar como
desapercibida porque a las locas las trasladaban ala campo de buna donde se
encontraba se marido para que ahí fueran regresadas a Birkenau y así podría
estar y ver a su marido.
Le
envió una nota a su marido y esta vez si la había recibido no como las otras
veces, el asunto de esta carta era para mencionarle todo lo que estaba
dispuesta hacer para poder verlo, afortunadamente su marido el doctor Lengyel
le respondió y decía que no estaba de acuerdo que se oponían a que lo hiciera,
le mencionaba todos los peligros que podía presentar pero aun así le dijo que
si estaba aferrada y dispuesta a hacerlo que la apoyaba y que tuviera mucho
cuidado y que tomara las precauciones necesarias.
Consiguió
su objetivo, Olga ya iba hacia el campo en el carro que solía llamar “carro de
la muerte”, solo veía como los locos se manifestaban y estaba a punto de perder
la cordura y lo que la preocupaba mas era que empezara en manifestarse igual
que ellos.
Se
encontró a su marido al fin, no se dijeron nada ni realizaron mayor escándalo
emotivo para no levantar sospecha alguna solo se vieron y dejaron que pasara
tiempo hasta que las pacientes fueran trasladadas a la barraca donde se
encontraba el doctor Lengyel.
Tomas Monsreal Karen Paola.
Grupo: 204
CAPITULO XXV “EN EL UMBRAL DE LO
DESCONOCIDO”.
Una
mañana fueron a recoger los utensilios de la enfermería y los cargaron a
camiones, una hora después fueron por los registros y los llevaron al
departamento “buro política”, poco después llego el guardián de la S.S y
prendió fuego a prisa sobre todos los registros. Después de ello, comenzó a
gritar que era necesario abandonar el campo, nos dirigimos hacia el interior de
Alemania, pero todas sabían que lo único que dejaría Alemania iba hacer muerte, hacía que tenían
de dos, irse al interior de Alemania o
quedarse en el campo y esconderse en el rincón hasta que se declare le
liberación, podían realizar las dos pero también tenían las dos el mismo grado
de peligro.
En el
momento que se enteraban de los planes comenzaron a llegar maridos, novios,
incluso amigos del otro campo, para poderse despedir a gritos que la única forma
de comunicarse ya que era su forma de despedirse porque no sabían que es lo que
iba a pasar. Unos decían que los iban a
invadir en las carretas y que por eso no tenían que moverse de lugar,
otros que los rusos llegarían en cualquier momento y sería mejor quedarse ahí.
Las personas que ya no tenían fuerzas solo proclamaban su ropa, desde la
enfermería podía pervivirse escenas muy trágicas, así que empezaron a ayudar y
con la ropa que tenían comenzaron a vestirlas pero no fue suficiente para
todas, esto lo hacían por el simple hecho de que se iban a marchar todas
juntas.
Los
alemanes estaban destruyendo todo documento que tenían en su poder para que
cuando llegaran los rusos no cayeran en sus manos, y en cuanto salieran los
hombres saldrían las mujeres pero Olga pensó y se dirigió al grupo, les dijo
que no podían viajar tanto tiempo sin cargar algo de comida y agua, así que se
les ocurrió tumbar la puerta del almacén.
Los
hombres de la S.S estaban tan
apresurados que las presionaban para que se movieran más rápido e irse de ahí,
entre más lejos estaban ya no podían ver las luces de Birkenau se hacían poco a
poco más pequeñas y eso les causo una sensación de paz en sus vidas.
Tomas Monsreal Karen Paola.
Grupo: 204
CAPITULO XXVI “LA LIBERTAD”.
Todas
las internadas escuchaban el sonido que producía la pistola al salir la bala,
las hacían caminar más aprisa, habían
perros furiosos que mostraban los dientes si alguien se atrevida romper la
formación, muchas esperaban la hora en que se diera la salida de ese lugar pero
todas desconfiaban a donde se dirigían y a donde iban a ser llevadas por lo que
había pasado muchas veces anteriores, que castigos y trabaos les esperaban al
lugar a donde iban a ser enviadas.
Durante
el camino falleció una doctora, la doctora Rosza, la causa de muerte fue producida
por un alemán que la había engañado y le tiro un balazo, varias personas subían
a una carroza y se marchaban tiempo después regresaba la carroza solo y sin
gente. De pronto todas dedujeron que n o debían subirse a la carroza de lo
contrario estarían muertas, volvió a idear una fuga y fue deprisa con sus
amigas Magda y Lujza, ellas también estaban dispuestas a escapar pero no sabían
cómo ni en qué momento era el más preciso, logro entrar y escabullirse en la
cocina, encontró una caja alemana y se dio cuenta de que debía hacer que
congeniara con los hombres que odiaba tanto por ser responsables de las muertes
de sus seres queridos ya sea tomando el té o divirtiéndose.
Sufrieron
de otras cosas más pero por fin les habían otorgado la libertad que tanto querían.
Tomas Monsreal Karen Paola.
Grupo: 204
CAPITULO XXVII “TODAVIA TENGO FE”.
Al
principio Olga dice o mejor dicho explica por qué hace esta relato dice que es
como el homenaje a las memorias de los compañeros en el campo decía que después
de haber relatado esto con su puño y
letra no podía quedar duda alguna sobre todo lo que habían vivido.
Todavía
quedaban niños sin familia y decían que tenían que deshacerse de ellos lo más
pronto posible, tenían que darles un baño y como siempre tenían que obedecer
por más que fuesen repugnantes las ordenes, se llevaron a los niños por la
carretera cubierta de nieve, sus pies estaban helados y solo contaban para
cubrirse con unos harapos viejos y desgastados, les habían cortado el pelo y de
castigo si paraban o descansaban tan siquiera un minuto se les daba un latigazo
o golpes con garrotes.
Los
individuos más débiles no se les permitía y tenían estrictamente prohibido
llenar el estómago con algún tipo de alimento y tenían que resignarse al padecimiento
de su hambre, los niños suplicaban que no se les golpearan tan seguido ni con
una frecuencia tan seguida, pedían que no hiciera tanto frio o que les dieran
otra cosa para taparse, querían que las koias las suavizaran y que se les
dieran un vaso de agua entero para ellos y no compartirla con nadie más.
En el
campo Birkenau no todos se portaban inhumanos con hombres, mujeres, niños y
personas de la tercera edad, eso es lo que todavía dejaba una pequeña esperanza
para los sobrevivientes del campo.
Tomas Monsreal Karen Paola.
Grupo: 204
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