martes, 14 de mayo de 2013


CAPITULO XII “EL DEPOSITO DE CADAVERES”.
Olga se encarga de atender la enfermería, pero hubo un  tiempo en el que tuvo que realizar una actividad, la cual era trasladar los cadáveres del hospital. De por si no tenían agua para limpiar a los vivos, pero tenían que arreglárselas ella y su equipo para limpiar a los muertos, la tarea más humillante y repugnante que pudiera realizar una internada. En el momento que terminaban su trabajo por si fuera poco, tenían que arrojar a los cadáveres a una pila de muertos que se encontraba a unos 30 minutos del hospital, y no tenían nada para lavarse o por lo menos desinfectarse las manos.
El trabajo era agotador, por eso lo realizaban entre dos, los vigilantes alemanes no las dejaban solas ni un momento solas, las acompañaban en el recorrido y lo único que hacían era cargar a los cadáveres y amontonarlos con los demás, era muy agotador peo no se limpiaban la cara para no contraer alguna infección. Este era el trabajo más horripilante, ruin y asqueroso que pudiese realizarse, le traía recuerdos feos, el olor era tan putrefacto que varias de sus compañeras se desmayaban pero Olga saca fuerzas para continuar.
Para realizar su trabajo tenía una compañera, una joven muchacha polaca, los alemanes eran tan crueles que cuando ellos consideraban que su trabajo lo realizaban muy lentos los molían a golpes y eso era diario, pero la única fuerza que tenía la polaca era el amor de su madre, la había escondido en las montañas, para que los alemanes no la encontraran, pero un día de trabajo la vio entre todos los cadáveres y empezó a gritar, tenían que sacarla de ahí para que los alemanes no la agarraran.
Todas las internadas estaban peor que un esqueleto, habían perdido el  50 o 60 por ciento de su peso y esto fue generado por un simple polvo que les ponían en su comida, eso provocaba que tuvieran muchos problemas y afectara su relación sexual de las mujeres, tanta enfermedad les facilito a los alemanes llevarlas a las cámaras de gas.

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CAPITULO XIII “EL ANGEL DE LA MUERTE CONTRA EL GRAN SELECCIONADOR”.
Aquel día debía morir, pero ni siquiera el día que la seleccionaron estuvo así de cerca de la muerte. Las “selecciones” eran realizadas por las más despeadas mujeres Irma y Hasse Griese, cuando se encontraban al frente de las entradas toda internada sabía cuál iba hacer su destino. Irma nunca dudaba de sus selecciones, con una mano tan firme escogía a sus víctimas y no solo sanas si no también enfermas y débiles, las primeras seleccionadas eran las que seguían manifestando su belleza física a pesar de su hambre, era llamada “Ángel rubio de Belsen”, utilizaba con mayor libertad su látigo, soltaba donde sea el golpe y no les quedaba más que aguantar, eso era como una diversión para ella, la sangre que corría y el dolor que sentían solo la hacía reír.
Antes de ser enviadas a las cámaras de gas primero tenían que pasar primero por el doctor Klein quien las hacia esperar tres días, en ese tiempo solo se la pasaban tiradas en el pavimento sin comer, sin tomar agua y sin poder defecar. Olga era la acompañante del doctor Klein en todas sus visitas, le pedían de favor que lo llevara a, los lavabos y que viera en qué condiciones estaban, que viera como estaban y de favor las ayudara a curar a su madre, a su hermana incluso a su amiga.
Contaba con enfermaras en cada una de las barracas pero lo único que les faltaba para estar completas eran medicamentos, entraron a un habitación en donde se encontraron a las 315 mujeres que el doctor Klein había dejado en espera, no todas estaban bien, la mayoría estaba como un esqueleto, sin nada que comer, otras ya habían muerto y estaban sentadas en cuclillas sobre los cadáveres. En cuanto el doctor se dio cuenta de lo que estaba pasando exploto y quiso hacer algo, pero llegaron los camiones por las 284 mujeres que todavía quedaban para la cámara de gas de las cuales solo salvaron a 31 mujeres.

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CAPITULO XIV “ORGANIZACIÓN”.
Organización era la única cosa que les quedaba para resistir, no entendían el significado de “organizar” hasta que con el paso del tiempo y con unas cuantas recomendaciones de las internadas que solo decían “si no quieres morir de hambre, no te queda más que un remedio, ROBAR”. La palabra organizar se utilizaba más bien para hurtos o raterías bajas pero no era sinónimo de robar, esto lo hacían en beneficio de ellas misma o para otras, organizaban para abrigarse o alimentarse en dado caso, el amigo “L” había hurtado cinco cucharas de las cuales le dio una a Olga, eso era como un lujo, ya que tenían que lamer las ollas después de comer, pero ya no más, hasta que un día una ex millonaria acostumbrada a la buena vida le robo la cuchara y se dio cuenta de que tenía una grave falta de moralidad.
Había una muchacha policía llamada Malika que estaba vendiendo materiales  de lana a cambio de pan y margarina, Olga necesita una chaqueta pero no tenía pan ni margarina así que le pidió prestado a una de sus vecinas. Fueron a la barraca N° 9 donde se encontraba Malika pero no estaba y la esperaron, tenían destinado el día para comprar ropa y tal vez morir de hambre, también podía cambiar cajas de aspirinas y Olga contaba con dos cajas, era como si tuviera un tesoro, y eso lo iba a cambiar por un plato de “plaszki”, un postre que significaba lujo para las internadas, no todas podían consumirlo.
Estaba mega prohibido tener familia y en cuanto llegaban mujeres en ese estado sin pensarlo eran seleccionadas hacia la izquierda, para la cámara de gas. Unas lograban ocultarlo pero non todas corrían con la misma suerte, las que no lo lograban se ponían vestidos encimas de otros para disimular y los alemanes no lo notaban hasta que les hacían revista y se desnudaban. La doctor consiguió una inyección que hacía que se realizarán partos prematuros, y así disimular l muerte de los bebes.

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CAPITULO XV “NACIMIENTOS MALDITOS”.
Los alemanes no querían que vivieran los recién nacidos, si no tenían la posibilidad de seguir vivos o nacían muertos se les perdonaba la vida a las mamas, de lo contrario mataban a los dos, y eran llevadas a la mañana siguiente a las cámaras de gas, pero como eso era por órdenes de sus amos estaban ideando un plan para que eso no continuara, iban a disimular que los bebes nacían muertos para poder salvar a las mamas, pero aun así tendrían graves problemas si se llegasen a enterar los alemanes de lo que estaban haciendo y podían llegar a terminar en la cámara de gas o peor aún en la cámara de la tortura.
Siempre que se avisaban de mujeres con dolores de parto eran llevadas inmediatamente a la enfermería, la ponían sobre una manta entre las koias, aunque fuera en la noche, hacían lo imposible para llevarlas a la enfermería, porque en las koias no podía hacerse un reconocimiento general si no regular y en la enfermería sí.
Él bebe no tenía la misma suerte que la mama, a ellos se les aplicaba una dosis de producto mortal, y los colocaban en la misma caja donde llegaban para disimular su muerte.

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CAPITULO XVI “ALGUNOS DETALLES DE LA VIDA DETRÁS DE LA ALAMBRADA”
La vigilancia de los alemanes había disminuido y eso permitió que tanto hombres como mujeres tuvieran libertad para comunicarse entre sí de ambas campos. Las parejas estaban separas por una alambrada de carga eléctrica y si por algún motivo se acercaban quedaban con las rodillas enteradas en las nieve paralizados.
Un domingo llego a la enfermería una muchacha de 20 años aproximadamente, venia de Hungría y estaba herida a causa de un disparo en los ojos. Tuvo relaciones con un joven francés que había sido arrestado, fueron encontrados de un lado de la alambrada de púas y estaban enamorados, la bala de alojo en el ojo derecho de la chica, estaba cubierta de sangre y suplicaba que le digieran la verdad, tuvieron que operarla y sacarle el ojo pero si lo hacían el ojo izquierdo estaría en riesgo, la chica ya no quería sobrevivir si ya no iba a poder ver a su novio, le dijeron que iba a sanar en cuatro meses, pero la verdad es que no sabían si eso pasaría en verdad. Una hora después todo un grupo iba hacer lo mismo y como consecuencia les pasaría lo mismo que la chica, así que quiso advertirles. Por las mañanas los trabajadores encontraban montones de cadáveres que habían quedado pegados en la alambrada eléctrica, había un equipo especial para recoger a los cadáveres.
En cuanto llegaban los deportados y las deportadas se les aplicaba un tatuaje el cual les garantizaba que en cuanto murieran tendrían un  registro de la causa de su muerte. Algunas pensaban que este tatuaje se significaba que nunca irían a parar a la cámara de gas, otras pensaban que ese era un permiso para Berlín en caso de exterminio.

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CAPITULO XVII “LOS METODOS Y SU INSENSATEZ”.
Tenían varias tareas asignadas, eran tan inútiles como carga piedras y llevarlos de aquí para allá, lo único que lograban con eso era agotarlas física y moralmente, y sobre todo para agotarlas para las selecciones, otra tarea era transportar la comida, cargaban todo un kilómetro completo de la cocina al hospital lo cual resultaba muy fatigoso.
Olga se encargaba de limpiar evacuatorios, todas las mañanas se encargan se sacar el excremento de un pozo y lo llevaban a otro pozo, lo hacían todo el día, quedaban llenas de asco y repugnancia no podían espera más para terminar su labor y poder limpiarse tan siquiera un poco.
El lugar donde se encontraba el campo era un pantano, lo único que le preocupara era la lluvia ya que no podían realizar sus actividades y era muy pesado no poder moverse, el lobo llenaba por completo sus pies hinchados y eso para la circulación del trabajo. Había unos cuantos comandos que realizaba tareas las primeras horas de la mañana, todo por no querer comer el líquido amarillento que llamaban café o té.
El trabajo de campo era muy agotador los vigilantes los vigilaban, con el propósito d no dejarlas descansar un poco, si paraban se les daban latigazos y golpes con garrote. El desmayo era un fenómeno muy común allí, pero no para ser atendido en el hospital, para poder acceder tenían que tener fiebre muy alta si no, no tenía caso.

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CAPITULO XVIII “NUESTRAS VIDAS PRIVADAS”.
Olga compartió 6 meses su amplia habitación con cinco compañeras, todas eran doctoras y cada una de ellas tenía su historia, la más interesante era la doctora “G”, siempre les contaba cuando las blocovas la invitaban a tomar té, lo contaba como si fueran de esas tomadas de “ té social”, otra de ellas provenía de Yugoslavia, no era una doctora ejemplar, solo estudio el primer año y eso que no sabe hacer un vendaje, no le convenía decir la verdad porque si lo hacia la llevarían inmediatamente a la cámara de gas, como otras de sus compañeras. Su tercera compañera era una pediatra checa, medica de verdad, ponía mucho entusiasmo y fidelidad y su vocación, tenía como unos cincuenta y cinco años, no era agraciada y de baja estatura, era muy emocionante escucharla hablar sobre su amor juvenil aunque este solo vivió en su imaginación, su cuarta compañera era cirujana profesional, ella solo vivía para sus cuatro hermanas que también se encontraban en el campo y no dejaban de pensar en ellas y la última compañera era dentista, siempre decía irónicamente que había tenido su noche de bodas en el vagón.
Sorprendentemente iban incrementando el número de habitantes de esa habituación, ya era siete, una de ellas era Magda, otra se llamaba Barka, no era egoísta, tenía 22 años, eran ya varias las que vivían ahí, como el tiempo incrementaron a doce habitantes. Siempre estaban juntas, reían y lloraban juntas, se contaban todo, las pocas veces que legaban a discutir era por cosas incoherentes.

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CAPITULO XIX “LAS BESTIAS DE AUSCHWITZ”
Joseph Kramer es la bestia de Auschwitz N°1 era el comandante de jefes y poco era el tiempo que daba a las internadas, solo salía para hacer inspecciones. Se dedicó a muchos oficios, uno de ellos fue vendedor de libros.
En el campo donde estaban se encontraban muchos hombres alrededor de mujeres  a los cuales no podían cruzar ni una sola palabra con ellos. Los alemanes habían organizado una orquesta y mientras esta tocaba su música, se oía claramente los ecos de los gritos de los hijos de los checos que habían sido asesinados en día anterior.  
Había un ejército llamado ejército Rojo, este aniquilo al campo N°1. Los enemigos estaban volando sobre las cabezas y muchas personas murieron. Llamaron a varias ambulancias porque había sangre por doquier, Kramer les ordeno limpiar toda la sangre y que se quedaran en ese lugar, tiempo después las cosas se tranquilizaron y la vida en el campo seguía igual. Todos habían regresado a su actividad y los alemanes las seguían tratando como siempre.
Después el enemigo volvió atacar, y ocupo a la ciudad, nombraron alcalde al hermano de la doctora Bohm. No tardo nada en trasladarla de Birkenau a Asuchwitz pero ahí fue retenida y no supieron de ella desde entonces, la doctora era muy amiga del doctor Klein, él iba a realizar un viaje a Brasso y como la doctora tiene familia ahí le dijo que con gusto les daría un mensaje de parte de ella. La oferta la atentaba pero recordó lo que había pasado con las tarjetas postales así que callo y dijo que nunca jamás volvería a confiar en alguien más sobre la bondad de los nacis.

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