Capítulo X
Un nuevo motivo para vivir.
En este capítulo Olga lengyel nos cuenta que aunque el campo
era básicamente de mujeres, había algunos internos hombres. Un francés, denominado
por la autora como L, llegó a convertirse en un visitante asiduo a la
enfermería. Además de su presencia simpática y graciosa, L traía noticias sobre
el frente de guerra. Las noticias levantaban el espíritu a las reclusas pues no
tenían acceso a ninguna información. Olga cae en una profunda depresión, L la
llama y la alienta a seguir adelante. Le habla de su trabajo y del sufrimiento
que llega a quitar. Olga le pregunta qué tiene que hacer. L le dice que debe de
divulgar la situación externa, mantener la fe y la esperanza en las reclusas y
por el cargo que desempeña, queda perfecta como oficina de correos. Se le
entregarían cartas y paquetes, jamás sabría el nombre de ninguna persona que lo
manda o recibe, ni tampoco sabrán el suyo por razones estrictas de seguridad,
si la descubren será mandada inmediatamente a la cámara degas y de ahí al
crematorio. Olga sabía que el mundo se tenía que enterar de los horrores Nazis.
Olga aceptó y formó parte de la Resistencia. De ésta manera, Olga supo a
detalle, todo lo que ocurría en Birkenau y Auschwitz.
Anteriormente los seleccionados eran fusilados en poco
tiempo. Cada unidad consistía en un horno, un vestíbulo, y una cámara de gas.
Todas constaban con una chimenea, que era alimentada con nueve hogueras. Los
cuatro hornos de Birkenau eran calentados por treinta fogatas en total se
podían reducir 360 cadáveres a cenizas cada media hora, y 17, 280 cadáveres
cada 24 horas. Además, la autora nombra la existencia de las “fosas de la
muerte” donde perecía un promedio de ocho mil personas. Al día 24 mil cadáveres
eran reducidos al polvo.
Diariamente, llegaban a Birkenau dos o tres
trenes, cada uno con treinta o cincuenta vagones repletos de judíos, enemigos
políticos, criminales, prisioneros de guerra y civiles. Todos llegaban con
falsas promesas y siempre era el mismo rito: izquierda cámara de gas y derecha,
detención temporal en Auschwitz. El procedimiento era sencillo: los deportados
llegaban con falsas promesas, había pocos soldados, si la familia quería estar
reunida se les permitía, de fondo se escuchaba algún conjunto de jazz, se les
informa que serán bañados para desinfectarse, se amontona la mayor cantidad de
personas posibles en unos cuartos enormes que simulan baños públicos. Se cierra
la puerta y realizaba estás tareas, todo lo realizaban los mismos presos que
solamente estaban esperando su acceso, tarde que temprano, a la muerte. cuando
la temperatura humana había subido, un soldado alemán dejaba caer una pastilla
de gas a base de cianuro. La asfixia es inmediata. Cuando se abrían las
puertas, se encontraban los cuerpos amontonados unos sobre otros, los
moribundos eran levantados con brusquedad y arrojados entre los cadáveres para
ser llevados a los hornos crematorios, no sin antes, extraerles dientes de oro,
pertenencias y cortarles el pelo. Por supuesto que ningún alemán realizaba
estás tareas, todo lo realizaban los mismos presos que solamente estaban
esperando su acceso, tarde que temprano, a la muerte.JAVIER ALDAIR JIMENEZ OLMOS GRUPO 204
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